El
accidente que despojó temporalmente a Blake Remmington de la capacidad
de andar le arrebató también el deseo de vivir. Hacía falta una mujer
cuya alma estuviera tan paralizada como el cuerpo de Blake para
devolverle el gusto por la vida.
Dione
Kelley era su última oportunidad. Ella lo sabía, y era consciente del
reto que representaba su caso. Pero lo que no sabía era que, al curar al
hombre destrozado en el que Blake se había convertido, al ayudarlo a
redescubrir su fortaleza, dejaría al descubierto sus dolorosas
debilidades y empezaría a sanar de sus propias heridas.
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