Habían transcurrido cuarenta y nueve días con sus noches desde que Guy Jarrod acarició a Avery Lancaster por última vez. El exitoso hombre de negocios estaba convencido de que Avery era una cazafortunas, pero la deseaba. Y como estaba obligado a trabajar con ella durante el festival de vino y gastronomía de Aspen, tendría una oportunidad perfecta para saciar su deseo.
Se acostaría con ella y la sacaría de su vida para siempre. Pero cabía la posibilidad de que Avery no fuera lo que le habían contado. Si era inocente, corría el riesgo de convertir a la mujer que podía llegar a ser su esposa en una simple amante.
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