Charlie
Whitaker acababa de hacer la apuesta de su vida: si conseguía escribir
una buena novela romántica, su hermana le cedería la apreciada reliquia
familiar. Desgraciadamente, Charlie no tenía ni un ápice de romanticismo
en el cuerpo, pero Liz Fuller sabía qué debía hacer al respecto. Estaba
dispuesta a ayudarlo con su libro si él la ayudaba a conseguir que su
jefe se fijara en ella.
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